Abro Doce para un
fagot, de Jorge González Aranguren, y cae una tarjeta. “Nieves, princesa:
Carlos Meneses me habló de ti, en Mallorca, adonde pienso largarme. Sé que
estás bien y con ánimo; eso es importante. Escríbeme, no olvides a los que te
queremos (firma)”. Miro la data de Doce para un fagot y veo que es de
Ediciones Hiperión, 1981. También hay una dedicatoria: “Para Nieves, amiga de
verdad. En el fervor por la poesía. Besos. Jorge”. Gracias Jorge. Te digo una cosa, a mi, de tu obra, el libro que me arrebata, es el Premio Adonais, 1976, De fuegos,
Tigres, Ríos. Te confieso que me subrayé.
“Y uno siente de una manera cruel
“Y uno siente de una manera cruel
no estar lejos, estar vivo,
vivo, vivo, vivo, vivo,
vivo como una llaga, como un golpe”,…
Claro que, puesta a ser sincera, declaro que te he copiado miles de veces y mal recitado, esos versos:
“Elena, es ahora tiempo
de meditar un poco, de reunir
las miguitas caídas del mantel
de los sueños,
de mirar en silencio
nuestros rostros que oscilan en la noche, de repasar el
álbum”…
Tiernas palabras para Elena, tu mejor premio. Yo, voy a
seguir diciendo, en muchas oportunidades, que somos “las miguitas caídas del
mantel de los sueños”; la mejor definición para la diáspora vasca. Por
cierto, no me has dedicado De Fuegos,
Tigres, Ríos.
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