Hace meses que no iba a la capital. Está hermosa en esta
mañana de septiembre que hace honor a la gran personalidad que tiene León: o de
torras como una loncha de panceta en la parrilla, o te congelas cuan pescadilla
de allende los mares. La Historia camina abrazada por decenas de turistas de
sesgo nacional e internacional, la catedral en su sitio, el palacio de Gaudí
sereno y las callejas de El Barrio Húmedo, seductoras. Es una ciudad salpicada
de sorpresas que te invita a reflexionar sobre lo poco que sabemos del futuro.
He encontrado la erosión de la piedra, las definiciones exactas (La Taberna del
Infierno), más de una gárgola y el cantar de las fuentes. Me ha gustado lo que
he visto y, cuando algo me gusta, lo digo, aunque no siento la tentación de
visitar el gran León con mayor frecuencia, por lo menos, hasta que él no venga
a verme con mayor convicción.
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