Me sorprende, otra vez y gratamente, este chaval que lleva
ya un tiempito por los escenarios. Este finde vi La torre de Suso (Tom Fernández, 2007). Buena comedia, buen trabajo
actoral de todos, pero me quedo con Javier Cámara, hoy, por falta de sitio.
Este pibito convierte el oficio en arte, natural, interpretado con sosiego y
dignidad, con el reposo de quien se ha comido al personaje y deja que el espectador
lo digiera igual que un plato casero. Sin excesos de grasa o sal, Javier Cámara
mira a la cámara y entre ambos surge un sutil flechazo, y como lo sabe, se toma
el tiempo que necesita cada frase, para meterse las manos y el guión en el
bolsillo. Tenemos suerte de disfrutar de este tránsito. Me gusta el filme de Fernández,
y la música de José Manuel y Javier Tejedor. Cámara tiene mucho recorrido. Eso
es bueno.
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